Venecia, la primera ciudad del mundo en la que hay que pagar para entrar

En un día tan importante como el 25 de abril, fiesta de la Liberación del nazifascismo y fiesta del santo, el evangelista Marco, Venecia se descubre prisonera de su alcalde y de sus políticas de explotación de la ciudad: parte en este día la experimentación del billete de entrada a la ciudad, una medida que el alcalde decidió poner en marcha para evitar que la UNESCO pusiera a Venecia en la "lista negra" de los sitios patrimonio de la humanidad en peligro.

La experimentación será por treinta días hasta julio y empezará en el día de San Marcos. Cada visitante mayor de 14 años que visite la ciudad en estos días desde las 8.30 de la mañana hasta las 4.30 de la tarde tendrá que comprar por cinco euros el acceso a la ciudad, que se volverá aún más única en el mundo ahora que impone la obligación de pagar para visitarla. No todos deberán pagar: por ejemplo quien trabaja o estudia en la ciudad, quien vive en Mestre y en toda la municipalid, llamada “terraferma”, pero esos mismo sujetos serán obligados a mostrar el QR codigo y los papeles de residencia o domicilio.

Desde hace el 2015 Luigi Brugnaro, emprendedor de centro derecha que hizo su fortuna con el alquiler del trabajo temporal, es el alcalde de la ciudad. Durante sus dos mandatos ha construido una idea de ciudad donde él no es el alcalde sino el dueño y donde los habitantes no son ciudadanos, sino clientes, desmantelando los proyectos y redes sociales que surgieron durante las décadas de administraciones de centroizquierda y que habían hecho de la ciudad un ejemplo a seguir. Con él, se han recortado los servicios para los sectores más débiles de la población, como las personas sin hogar, los drogadictos o las prostitutas, pero también para las familias, tratando de privatizar los servicios de la primera infancia.

Al mismo tiempo, se implementaron los recursos por el turismo: en la batalla por dejar fuera de la laguna los buques turísticos, el alcalde puso todo su poder para que esto no pasará, sin poder hacer nada frente a la decisión del Gobierno Draghi de prohibir el accesso a la laguna, y al centro histórico de la ciudad, a los buques turísticos. En los últimos años, las camas turísticas en el centro histórico se han multiplicado , pero para él no era suficiente, así que en la ciudad de Mestre (ciudad dividida de Venecia solo para el “puente de la Libertad”), antes de la pandemia, promovió la construcción de un barrio hotelero y ahí tenemos más de cinco mil camas por lo turistas. 

El tema de la vivienda es crucial por la ciudad: hace unos años Venecia bajó la simbólica cifra de 50 mil habitantes: Con la llegada de los alquileres a corto plazo de Airbnb, muchas agencias turisticas empezaron a “comerse” la ciudad, casa a casa. Los dueños, sean agencias o ciudadanos, dejaron de alquilar a los ciudadonos o la los estudiantes y empezaron a alquilar a los turistas, muchas veces sin permiso y algunas veces recibiendo facilitaciones del municipio por las practicas administrativas haciendo grandes ganancias. Así, frente a menos de cincuenta mil habitantes, hoy la ciudad acoge a unos 23 millones de turistas cada año, transformando profundamente el tejido urbano y el modo de vivir de los pocos residentes y elevando todos los precios: desde el alquiler de las viviendas hasta la comida, haciendo que la ciudad sea cada vez más inhabitable.

Por supuesto, estos proyectos y la entrada de pago a la ciudad son contestados por la ciudadania. Por ejemplo, la Asamblea Social por la Casa (colectivo de okupa que busca solucionar el problema de las casas municipales abandonadas y de las demandas por la vivienda) en estos días ha lanzado una campaña de contra información y una grande marcha por el día de la Liberación, el 25 de abril.

En esta campaña en defensa de la ciudad las y los activistas han desmentido las mentiras de la municipalidad sobre el boleto de entrada, por ejempo la más importante que dice que la municipalidad está buscando contrarrestar el turismo de masas: «esto es falso porque introduce el pago a la entrada pero hace llegar a más turistas con el regreso de los cruceros, con el hub de San Giuliano, con la excavación del canal Montiron» en la laguna por el pasaje de los grandes buques turísticos ahora que está prohibido pasar frente a la icónica Plaza San Marco.

En otro post en su pagina, la Asamblea pide al alcalde que se quite la mascarilla remarcando «¿Cómo se les ocurre burlarse de toda una ciudad, y no solo eso, creyendo que la gente realmente puede creer el chiste de que el objetivo de esta junta es controlar los flujos turísticos? El regreso de los grandes barcos, el proyecto de la costanera de Santa Marta, la nueva parada en San Giobbe, los nuevos polos turísticos en San Giuliano, la excavación de Montiron y el escandaloso asunto de los habitantes de San Piero nuevamente en riesgo de desalojo, son claros ejemplos de cómo las prioridades del alcalde ciertamente no van en la dirección de la gestión turística. Sino más bien su aumento, expansión y difusión. En definitiva, no es tan difícil advertir la enorme contradicción presente en las políticas de ciudad de nuestro querido alcalde, que ya empieza a dar pasos atrás respecto a una medida que ha decidido poner en marcha sólo para evitar la inclusión de Venecia en la lista negra de la UNESCO».

El llamado a boicotear la entrada también fue recogido por el ex alcalde de centroizquierda, filósofo y profesor universitario Massimo Cacciari, quien hizo la siguiente declaración a la agencia de noticias Adnkronos: «Pura locura, completamente ilegítimo, inconstitucional, en ninguna ciudad del mundo se paga por entrar. Es inaudito que en este país no haya una Consulta, alguien que diga, ¿te has vuelto loco? ¿Se creen que están en la Edad Media?» El ex alcalde continuó con una provocación: «Invito a todo el mundo a no pagar nada, porque quiero ver delante de cualquier juez cómo argumentan la legitimidad de una tasa de entrada en la ciudad».

La salvación de Venecia, una vez más, pasa por la capacidad de sus habitantes restantes de resistir y luchar contra las medidas injustas que enriquecen a los "tiburones" que desde hace varios años explotan la belleza de la ciudad, olvidando su fragilidad y lo esencial, que es equilibrar todos los elementos presentes: agua, tierra y seres humanos. Como siempre lo hicieron los habitantes de la antigua ciudad desde que surgió hace más de mil trescientos años.
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